La be y la uve se pronuncian igual

La be y la uve se pronuncian igual. Exactamente igual. No hay ninguna diferencia. Creo que más claro no lo puedo decir.

Estas dos consonantes se pronuncian de la misma forma como mínimo desde el siglo XVI. Pero atención: esto no quiere decir que antes del siglo XVI hubiera un sonido labiodental en castellano. El sonido labiodental que hoy encontramos en francés y en otras lenguas no existía en latín y nunca llegó a desarrollarse en castellano. La pronunciación labiodental nunca se perdió en castellano porque nunca llegó a existir.

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Ya durante la Edad Media, las confusiones eran constantes y se conservan incluso inscripciones latinas que indican que la vacilación era común en el latín hispánico. Por ejemplo, hay testimonios de grafías como boluntatem en lugar de de voluntatem (‘voluntad’) o beteranus por veteranus. O sea, que ya los hispanos que escribían latín cometían unas faltas de ortografía que no tenían nada que envidiarles a las que me encuentro en los exámenes de mis alumnos en el siglo XXI.

No obstante, algunos hablantes sí que diferencian la pronunciación de be y uve, aunque esto se aleje de la lengua estándar. Los motivos son dos principalmente:

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a) Por interferencia de otras lenguas: Por ejemplo, los hablantes de catalán que distinguen entre be y uve tienden a extender esta diferencia a la pronunciación del castellano.

b) Por ultracorrección: Hay quien se pasa de correcto y cree que como tenemos dos letras diferentes también debemos pronunciar dos sonidos diferentes. Craso error.

En definitiva, la be y la uve representan un único fonema: /b/.

Lo que ya no sabe tanta gente es que este fonema se realiza de formas diferentes dependiendo de su posición.

Un fonema es una abstracción. En el habla no hay fonemas sino sonidos, y a veces ocurre que dos articulaciones diferentes nos remiten a un único fonema. Pues bien, el fonema /b/ del español puede presentarse de dos maneras en el habla. En notación fonética, estas se representan así:

(1) [b]

(2) [β]

El sonido (1) se pronuncia cerrando completamente los labios e impidiendo el paso del aire. El sonido (2), en cambio, es más suave: los labios se aproximan, pero no se llegan a cerrar (un poco como si quisiéramos soplar una vela). En los dos casos, las cuerdas vocales vibran mientras se articula el sonido correspondiente.

El que pronunciemos uno u otro depende exclusivamente de la posición. El sonido (1) aparece después de una pausa (3) o del sonido [m] (4):

(3) Dijo: “Bien, continuemos” – [díjo | bién | kontinuémos].

(4) ¡Imbécil! – [imbézil].

Arriba he ejemplificado con palabras que se escriben con be, pero lo mismo nos da que sean uves:

(5) Dijo: “¡Vino para todos!” – [díjo | bíno paratóδos].

(6) Invasor – [imbasór].

El sonido (2) aparece en todos los demás casos. Por tanto, es el más frecuente con diferencia. Veamos un ejemplo:

(7) El bebé bebió su biberón – [elβeβé βeβió suβiβerón].

Y para que todo esté completo, también propondremos uno con uve:

(8) ¡Que viva la novia! – [keβíβa lanóβia].

Esta segunda realización del fonema /b/ es la que correspondía en castellano antiguo a la letra uve (o u, puesto que una y otra eran variantes gráficas). Lo que eran dos fonemas separados confluyó y quedó convertido en dos maneras diferentes de realizar un único fonema, dependiendo del contexto.

Lo que me interesa que quede claro de todo esto es lo siguiente. Si eres hablante nativo, no te tienes que preocupar por nada: ya estás aplicando la diferencia de pronunciación de manera totalmente automática y sin ser consciente de ello. Sabrás cuándo cerrar los labios y cuándo mantenerlos abiertos sin necesidad de pensar en ello. Esta es una de las sorpresas que se lleva uno cuando empieza a estudiar la fonética de su lengua. Para los hablantes de español como lengua extranjera puede ser interesante el conocer la existencia de estos dos sonidos y de sus contextos de aparición. Los ayudará a entender mejor el habla de los nativos y, con un poco de práctica, a mejorar su propia pronunciación.

En definitiva, la be y la uve se pronuncian igual. Lo que ocurre es que tanto una como otra varían su pronunciación dependiendo del contexto sonoro en el que aparezcan.