Etimología de ‘galaxia’

Galaxia es simplemente otra forma de decir ‘Vía Láctea’. Vía Láctea era una expresión latina que significaba ‘camino de leche’. Galaxia es la versión griega. Viene del griego gala, gálaktos, que significa ‘leche’. Compara gálaktos con lactosa o lácteo y te darás cuenta de que contienen la misma raíz.

Para explicar esta denominación, tenemos que bucear en la mitología griega. Resulta que el padre de los dioses, o sea, Zeus, era un poco cabeza loca. Concretamente, era bastante dado a la infidelidad conyugal y traía de cabeza a su mujer, la diosa Hera.

En una de sus múltiples correrías, Zeus se enamoró de la mortal Alcmena y, claro, la dejó embarazada. Digo claro porque los dioses del Olimpo tenían la extraña capacidad de dejar embarazada a cualquier mujer a la primera (por algo eran dioses).

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El caso es que de aquellos amores nació el héroe Hércules. Papá Zeus se quedó entusiasmado con el chaval, que ya desde pequeñito apuntaba maneras: cuando Hera le mandó dos serpientes para quitarle de en medio, el crío estranguló una con cada mano y se hizo dos sonajeros.

Zeus solamente tenía un pesar: Hércules no llegaba a dios del todo porque su madre era mortal. Había un remedio para darle la inmortalidad y hacerle ingresar en el Olimpo. Bastaba con que Hera le diese de mamar, pero toda la obsesión de la diosa era eliminar al niño, así que no se podía contar con ella.

Lo que hizo Zeus fue esperarse a que se quedase dormida y aprovechar entonces para ponerle el niño en el pecho. No estaba mal pensado, pero el truco no funcionó. En cuanto Hércules agarró el pecho, ella se despertó sobresaltada. El chorro de leche que escapó de su seno se esparció por todo el universo y es, según el mito, la Vía Láctea que vemos en la oscuridad de la noche.

Volviendo a la historia de la palabra, hay que aclarar que al principio la única galaxia que se conocía era la nuestra y, por tanto, la palabra solo se utilizaba para referirse a ella. Sin embargo, en el siglo XIX los científicos empezaron a sospechar que ciertas espirales brillantes que apreciaban en el cielo gracias a sus telescopios eran conglomerados de estrellas como la Vía Láctea en la que estaba encerrado nuestro sistema solar. Lo más lógico era llamarlas también galaxias. Ya a principios del siglo XX se pudo constatar que, efectivamente, aquellas formaciones eran vías lácteas lejanas y que, por tanto, el nombre galaxia estaba bien aplicado.