Superlativos en -érrimo

En español tenemos un puñado de superlativos en -érrimo. Son fósiles lingüísticos que hemos heredado del latín y que apenas tienen uso en la lengua actual, por ejemplo:

(1) áspero > aspérrimo

(2) célebre > celebérrimo

(3) íntegro > integérrimo

(4) pobre > paupérrimo

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(5) negro > nigérrimo

A veces, la forma en -érrimo coexiste con un superlativo normal y corriente en -ísimo que podemos usar en su lugar:

(6) aspérrimo/asperísimo

(7) paupérrimo/pobrísimo

(8) nigérrimo/negrísimo

(9) pulquérrimo/pulcrísimo

En estos casos es aconsejable emplear las formas en -ísimo porque son más sencillas y se entienden mejor. Si digo que este señor es pulquérrimo, es posible que me miren con cara rara; en cambio, si explico que es pulcrísimo, habrá más posibilidades de que se entienda que le considero extraordinariamente limpio y esmerado.

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De todas formas, siempre nos quedan como alternativa los superlativos con muy. Por poner un ejemplo, puedo decir lisa y llanamente que alguien es muy pobre y así me ahorro dilemas con paupérrimopobrísimo. Es más, a veces la construcción con muy será la única alternativa disponible porque no todos los superlativos en -érrimo tienen una forma correspondiente en -ísimo:

(10) celebérrimo/celebrísimo/muy célebre

(11) libérrimo/librísimo/muy libre

(12) misérrimo/miserísimo/muy mísero

(13) salubérrimo/salubrísimo/muy salubre

Hay uno de estos superlativos que ya prácticamente ha perdido la relación con la forma básica. Hoy día pocos hablantes sabrían conectar el superlativo irregular acérrimo con el adjetivo sobre el que está formado: acre. En la lengua actual, acérrimo se usa casi exclusivamente en colocaciones como enemigo acérrimo, en las que se ha vaciado de significado y tan solo funciona como intensificador.

Pero el colmo es el caso de ubérrimo (‘muy fértil’), que carece de adjetivo simple correspondiente. Este superlativo surgió hace miles de años del adjetivo latino uber. El padre no sobrevivió en el paso al castellano y el hijo se ha conservado mal que bien en la lengua literaria, como en este verso de Rubén Darío:

(14) Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda [Rubén Darío: “Salutación del optimista”]

Todas las peculiaridades que hemos descubierto al repasar los superlativos en -érrimo confirman su condición de fósiles procedentes de un estadio de lengua anterior que han ido cediendo su lugar a formas más modernas y con más vitalidad. Hoy están todavía ahí, pero no pasan de ser una más de las muchas rarezas de nuestra lengua.